SORPRESA EN EL BOSQUE
Llevaba caminando aproximadamente hora y media adentrándome por el bosque a través de una senda. Oía de lejos el campanilleo de un cencerro. "Seguramente será alguna cabra perdida" pensé, ya que el sonido no era excesivamente estruendoso y sin embargo parecía estar cerca. Por otra parte, se me hacía raro que por esta zona hubiera una cabra o una oveja sueltas, pero era la opción que en aquel momento me pareció más convincente.
Al rato, el sonido desapareció y, la verdad, me olvidé de ello. Decidí descansar un poco y aprovechar para sacar alguna fotografía de la frondosidad del estupendo bosque. Cuando me encontraba disfrutando de la belleza de la vista que me rodeaba, noté que algo se movía un poco más allá, en el mismo camino. Al principio me alerté ya que ni quería molestar a ningún animal, ni tampoco encontrarme con ningún contratiempo. Pero, casi al instante volvió a mis oídos la musiquilla del cencerro que unos minutos antes había despertado mi curiosidad.
"La cabra!!", me dije. Fijé mi mirada hacia el lugar del que procedía el sonido y allí estaba...pero no era una cabra, era algo mucho más grande... El bosque me bendecía con una imagen maravillosa, todo un caballo marrón, precioso, con sus crines negras, y una mancha blanca que recorría verticalmente su cara entre los ojos. "Qué preciosidad!!". Efectivamente, llevaba un pequeño cencerro en su cuello, para poder ser localizado por el ganadero en caso de extraviarse, pero este animal vivía libre, y supongo que acudiría a alguna casa o explotación cercana al lugar al anochecer.
Pero, la sorpresa no acabó allí. En un principio, este estupendo caballo me miró pausadamente, como si esperara mi reacción. "Los caballos son muy bonitos, pero también son muy asustadizos" pensé. Sin embargo, la reacción del animal tenía más lógica que eso. Detrás de su cuerpo distinguí cuatro patitas más. En el momento me di cuenta de que no era un caballo sino una yegua, una bellísima mamá acompañada de un guapísimo potro (chiquitín al lado de la madre).
La imagen era muy bonita. El potro, siempre al resguardo de la madre, imitaba los movimientos de ésta mirándome de reojo. Permanecí quieto, no quería asustarlos ni que se sintieran amenazados. Creo que la madre lo entendió, y volvió a emprender su camino hacia mí pausadamente. Aproveché para hacerles un par de fotos.
Mi conducta tranquilizó a la madre, que pasó muy cerca de mí con sus enormes ojos negros. Eso sí, cuando estábamos uno junto a otro, hizo un ligero movimiento que obligó a su cachorro a pasar manteniendo a su madre entre él y yo, en una clara actitud protectora de la madre, que además a mí me pareció muy bien.
Qué preciosidad de potrico. Con sus crines cortitas, sus colorcito más castaño que su madre, sus patas todavía desproporcionadamente largas en relación al aspecto que tendrá de mayor, su hocico negro y una especie de antifaz blanco que rodeaba sus ojos.
Qué suerte haber podido contemplarlo!!
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