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CRÓNICA DE UNA NOCHE DE REYES

CRÓNICA DE UNA NOCHE DE REYES

La noche del 5 al 6 de enero (denominada "Noche de Reyes" porque para los niños los Reyes Magos van a sus casas para dejarles regalos) es muy especial para los pequeños de la familia. Se trata de una buena ocasión para reflexionar en el blog sobre algunos aspectos. Os invito a compartir (con un poco de humor) la Noche de Reyes de mi familia.

 

Este año, Chorche y Jaime esperan la venida de Sus Reales Majestades de Oriente en una localidad cercana a Jaca. La jornada ha estado colmada de momentos muy emocionantes, y a lo largo de todo el día 5 de enero han presentado un estado más alterado de lo normal pensando en lo que iba a ocurrir por la noche. Chorche, que ya tiene cinco añitos es consciente de todo (dentro, por supuesto, de la fantasía y el secreto sobre la verdadera identidad de los Reyes Magos, que obviamente todavía no le ha sido desvelado). En cambio Jaime, que con dos añitos es todavía muy chiquitín, intuye algo (sabe cómo se llaman los reyes, que hay que portarse bien porque traen regalos, etc) pero no tiene una visión global o permanente de la situación.

 

Pues bien, llegadas las siete de la tarde nos hemos dirigido a la Calle Ramiro I de Jaca, donde tenía prevista su salida la coqueta cabalgata jacetana. Bueno, realmente ya estábamos media hora antes porque la ilusión de los chicos era tan grande que no nos ha quedado otra opción. Hacía frío (no tanto como otros años en Zaragoza), pero Chorche y Jaime no han parado ni un segundo, razón por la cual ellos no han notado las inclemencias térmicas (cuestión diferente es el frío que hemos sufrido los papás y las mamás que acompañábamos a los chicos, aunque los ojicos de todos ellos compensaban con creces todo). Y aunque, como os comentaba antes, Jaime no se da cuenta de todo lo que ocurre, ha encontrado especialmente interesante la cabalgata no sólo por los Reyes Magos, sino porque la misma era encabezada por el cuerpo de Bomberos de Jaca, concretamente un coche y ...¡un camión!...¡un camión de bomberos con las sirenas y luces encendidas!...¡ y además repartiendo caramelos!...En fin, que con la admiración que siente Jaime hacia los bomberos y sus camiones, y lo que le gustan los caramelos (podría alimentarse sólo con dulces durante semanas), el más pequeño de los Larraga debía encontrarse en una situación cercana al éxtasis infantil.

La cabalgata se componía de cuatro carrozas. Una por cada Rey Mago (o como diría Jaime, "Melchor, Gazpar y Báltazzar") y otra más donde los monarcas llevan las cajas de los regalos para los niños. Éstos casi enloquecían cada vez que pasaba uno de estos tronos reales móviles. No tiene precio poder apreciar las caras de niños y niñas de diferentes edades, entre la alegría, la emoción y el asombro frente a la contemplación de los Reyes (para ellos, la prueba fidedigna y fehaciente de que los Reyes Magos existen). Y tampoco es nada fácil poder observar una generalidad de rostros de papás y mamás invadidos por una sonrisa de satisfacción por ver tan ilusionados a sus hijos...y también por ver un año más a los Reyes Magos porque, aunque se vive de otra forma por razones evidentes, por algunos minutos también creemos en ellos.

Pajes y Reyes han repartido caramelos y saludos. Chorche, en medio de ese estado de sobreexcitación, ha cogido caramelos para llenarse los bolsillos, casi buceando junto a otros niños y niñas entre la acera y los adoquines a la caza del dulce.

  • - "Eh Jaime, de todos los caramelos que cojo, la mitad son para ti", le ha dicho a su hermano pequeño.

Y Jaime, en brazos de mamá, seguramente por su edad ha mantenido otra actitud totalmente diferente. Al amparo del cariño y el calor maternal, debajo de su gorrito rematado por una bola blandita, sólo acertaba a mirar con los ojos muuyy muuyy abiertos, a señalar a cada uno de los reyes, decir su nombre con asombro absoluto, y saludarles con su manita fría como la noche. El que más le mola es "Báltazzar" (Baltasar) como a su mamá cuando era chica, pero tengo serias dudas si le ofreciéramos optar entre éste y el camión de bomberos (...incluso el coche de bomberos creo que tendría posibilidades de ser elegido).

 

Al paso de la carroza de los regalos, Chorche ha acertado a decir:

  • - Papá, ¿están en esa carroza nuestros regalos?
  • - Claro, tato. Allí están los de todos los niños y luego los reparten cuando estéis dormidos.

Jaime, señalando la caja más grande de la carroza, ha dicho con su lengua de trapo:

  • - Queo que la mía ez eza amaílla (Creo que la mía es ésa amarilla).

 

Concluido el desfile regio, hemos iniciado nuestra vuelta a casa con la esperanza de que tantas emociones causaran en nuestros chicos un efecto somnífero:

  • - Hoy tenéis que ir a dormir muy pronto porque hasta que no os durmáis los Reyes no vienen...¡no vaya a ser que os acostéis tarde y los Reyes pasen de largo si ven que estáis despiertos!
  • - Vale, vale (dijo Chorche)
  • - Zí (apostilló Jaime)

 

Tras un breve momento de silencio, únicamente con el sonido del motor de nuestro vehículo de fondo, y entre la oscuridad de la noche en la carretera (tiempo que debió dedicar en hacer sus cábalas sobre la infraestructura de los Reyes Magos), Chorche lanzó la siguiente andanada:

  • - Oye papá...¿por qué hay que estar dormidos cuando vienen los Reyes? Porque a los Reyes ya los hemos visto, y no estábamos dormidos. Si vienen a casa, ¿no sería mejor que estuviéramos despiertos para recibirlos?

Automáticamente, papá y mamá se cruzaron en silencio una mirada con cara de "dí tú algo". Papá volvió la vista a la carretera (bonita excusa para pasar la pelota al cónyuge), y mamá con una naturalidad que incluso a mí me sorprendió le contestó:

  • - Chorche, cariño, hay que estar dormiditos porque los Reyes tienen mucho trabajo esta noche y no pueden entretenerse con los niños. Por eso, vamos a verlos a la cabalgata o a algún otro sitio y hablamos entonces con ellos: te preguntan tu nombre, tu edad, si has sido bueno, y qué regalos te gustan. Si vienen a casa y estás despierto, seguro que se pondrían a jugar contigo y con los otros niños, y claro...¡no les daría tiempo de hacer su trabajo!

Una sensación de alivió corrió por nuestros pechos después de oír un "¡Ah claro!" desde el asiento de atrás. Con ello, ya llegamos a nuestro destino, y mamá y yo dimos comienzo a una operación milimétricamente diseñada días atrás. Se trata de ...

 

 

OPERACIÓN "NOCHE DE REYES"

(Misión Posible en versión teletipo para todos los papis).

 

20'30 horas del día 5 de enero. La familia en pleno atravesamos la puerta de casa. La mercancía ha pasado desapercibida para los niños, pero estaba en el maletero del coche que acabamos de dejar fuera (por ahora el plan se desarrolla según lo planeado).

 

20'45 horas. Los chicos, especialmente Chorche, están nerviosos. Sienten que se acerca el momento. Con objeto de prepararlos para ir a dormir se les solicita que se pongan los pijamas. Lo hacen diligentemente. Están preparados. A continuación a cenar. Pero...¡atención, peligro! Chorche se dirige hacia mí con cara de pregunta rebuscada. Y así es:

  • - "Oye papá, pero si los Reyes están ahora en Jaca y tienen que repartir juguetes a todos los niños y niñas del mundo, ¿les va a dar tiempo?"

Afortunadamente, este equipo de élite para el tratamiento de situación infantiles difíciles, tiene ya un poco de experiencia, y está preparado para estos contratiempos:

  • - "Claro Chorche...¡Por eso son magos!

 

21 horas. La siguiente fase de la operación se inicia: a cenar y a la cama. El frío invita a una cena ligera (sopica de fideos bien calentica, y pizza, más postre). Recurrimos a nuestra táctica de presión psicológica para conseguir el objetivo (que se vayan a dormir pronto):

  • - Venga, terminad pronto la cena que hoy os tenéis que dormir más pronto que ningún otro día.
  • - Vale mami.

 

22 horas. A estas horas, los chicos deberían estar dormidos, y el campo totalmente libre. Desgraciadamente, no es así. Confiamos en que se duerman pronto.

 

22'30 horas. Jaime nos "deleita" con un concierto de música. Nos ha cantado la jota "Las palomas de la Lonja" que le enseñó su yaya Pilar. Y nos la ha cantado otra vez. Y otra vez. Y otra más.

 

23 horas. Los padres  sabéis bien que, cuanto más quieres que una cosa se desarrolle de una forma con tus hijos, más probabilidades tienes de que salga al revés. Y, efectivamente, nosotros no somos una excepción. Si Chorche se acuesta a las diez todas las noches, hoy lo hace casi a las once. Además, hemos tenido que forzar la situación, y finalmente los dos se han ido a dormir a la cama de los papás, y con mamá. Esto supone un serio contratiempo en la misión, ya que limita nuestra capacidad de acción. Opto por esperar a que mamá duerma del todo a los chicos y salga al salón lo antes posible para proseguir el plan.

 

23'30 horas. Aquí no sale nadie.

 

23'45 horas. "..."

 

0 horas del día 6. Esta mujer o se ha dormido o se ha pasado al enemigo.

 

0'22 horas. Por fin, la puerta del salón se abre. Es Mayte. Se había dormido, aunque ella dice que no. Ponemos inicio a la última fase, y la más complicada: traer los regalos a casa.

 

0'23 horas. Me quito el pijama y me pongo la ropa para salir a la calle. Me doy cuenta de que los calcetines los tengo en mi dormitorio, donde están dormidos los niños. Voy a entrar, pero Mayte me dice que de ninguna manera, que Jaime tiene el sueño muy ligero y que se despertará. ¿Qué le vamos a hacer? Lo haremos sin calcetines.

 

0'24 horas. Salgo a la calle (sin calcetines). Hace un frío que pela. Inspecciono el entorno. No veo a nadie en la calle. Me dirijo al coche con la Luna casi llena haciéndome de guía entre la noche. Miro al cielo buscando, por qué no, a los Reyes Magos, pero no están por aquí (¿...o sí?). Pequeños cristalitos brillantes acompañan a la Luna en la magnífica decoración de este cielo raso y limpio, dando algo de luz a las montañas que me rodean cuyo perfil se intuye gracias a los resplandores celestes.

 

0'26 horas. Qué frío. Llego al coche y...y...y nada porque con la espera, las prisas, los calcetines y no sé qué más, me he dejado la llave. Vuelta atrás. Llego a casa y cuando me dirijo directamente al pomo de la puerta, ésta se abre dándome un susto de muerte. Pero no, no es ninguno de mis hijos. Es mi señora, con la llave del coche en la mano y cara de "...a ver si te enteras un poco...".

 

0'27 horas. Vuelvo al coche entre el frío y la oscuridad. Los calcetines siguen en mi dormitorio.

 

0'28 horas. Abro el coche, pero hemos escondido toda la mercancía tan a conciencia para que los niños no la encontraran, que tengo que vaciar medio maletero para encontrar los regalos: una caja grande para Jaime, y tres bolsas más pequeñas para Chorche.

 

0'31 horas. Mientras llego al portal de casa, me cruzo con otro papá. Pienso que "...Yo iré sin calcetines, pero debajo de esa cazadora de mujer éste lleva el pijama puesto...aunque reconozco que lleva calcetines, eso es verdad...". En lo que sí coincidimos es que portamos un montón de regalos.

  • - Hola, buenas noches
  • - Buenas noches

Es impresionante cómo nos hemos saludado (qué dignidad para las pintas que llevamos uno y otro). Yo creo que con la mirada nos hemos dicho: "...si tú no lo cuentas por allí, yo tampoco...".

 

0'32 horas. No sé si ha sido el frío o no, pero tras entrar en el portal y subir hacia casa me he tropezado con un escalón. Toda la escalera del bloque se ha llenado de la música de Winnie the Poo, ya que en la caída he pulsado accidentalmente algún mecanismo del regalo de Jaime. No lo sé parar. Así que me he ido corriendo escaleras abajo con la caja hasta la calle para no despertar a nadie. Dejo la escandalosa caja en el suelo. Miro hacia abajo y tras observar la imagen de mis pies vuelvo a pensar "...Y yo sin calcetines...".

 

0'33 horas. Un poco más calmado, decidido ya a entrar en el portal del patio en el mismo momento en que acabe la dichosa canción, pienso que esta situación la tengo que contar en el blog. A continuación medito un poco más "...si no se lo van a creer, pensarán que exagero. Mejor no lo pongo...". Y finalmente, con la última estrofa de Winnie the Poo me digo "...pues mira maño, si no se lo creen peor para ellos. Si el que me conoce sabe que esto me puede pasar y más...".

 

0'35 horas. Recuperado el silencio, subo la escalera y meto la llave en la cerraja. Abro... "¿Pero esta mujer dónde está?". El salón está vacío. Vuelvo a cavilar si habrá desertado, o si habré despertado a los niños por culpa del Winnie éste o como se llame. Pero no, Mayte sale como un resorte y me informa que Jaime había hablado en sueños y había dicho algo de los Reyes Magos. Ahora se ha vuelto a dormir, y "no hay moros en la costa". Vale, a meter los regalos.

 

0'36 horas.  Colocamos los regalos junto a la chimenea. Y entonces me doy cuenta de que allí están las botitas de los dos, y que junto a ellas, los chicos han dejado para Sus Majestades de Oriente tres plátanos, una bolsa de patatas fritas, varias latas de refrescos y una botella de agua, todo ello acompañado de una nota manuscrita. Con letra del mayor (el pequeñito lógicamente no sabe escribir) se puede leer: "PARA LOS 3 REYES" y una flecha que apunta a los plátanos. Una línea más abajo pone otra vez, "PARA LOS 3 REYES", y otra flechita apuntando a los refrescos. Mamá y yo nos quedamos mirándonos pensando lo "majicos" que son los niños a estas edades con sus ocurrencias. Pero, esperad, que aún hay otra frase más (ésta más pragmática) que dice: "PARA LOS 3 CAMELLOS VERI" ("Veri" es la marca comercial de la botella de agua). Es decir, que para los camellos agua. Tenemos que hacer esfuerzos para no reírnos en alto.

 

0'40 horas. Estamos a punto de dar por cerrada la Operación "Noche de Reyes". Pero nos quedan dos detalles. El primero, que los Reyes deben seguir dejando huella de su existencia. Esto quiere decir que me toca comerme uno de los plátanos (por lo menos) que los chicos han dejado a la comitiva real, y dejar la cáscara bien visible, para que los peques caigan en la cuenta de que los Reyes "han hecho aprecio" a su convite. Lo mismo hay que hacer con, al menos, una de las latas de refrescos y con las patatas fritas. Y lógicamente, hay que poner otra botella de agua de la misma marca vacía, por los camellos. Y el segundo detalle, dar gracias a Dios por nuestros hijos, y rogar por todos los niños del mundo y sus familias, para que todos hayan tenido reyes. En esta fecha de gran ilusión para nuestros hijos, también hay un momento para otros niños y otros padres cuyas vidas deben recorrer un tortuoso camino por las penurias económicas, por razones de salud, o por las que sean. Por ello, junto a los sentimientos propios de estos días, intentamos inculcar a nuestros hijos un valor importante para nuestra familia: la solidaridad. Y no sólo de palabra. Chorche y Jaime saben (con las limitaciones lógicas derivadas de su edad) que hay otros niños que no tienen tanta suerte. Por todos ellos hay que rezar por la noche, pero también para ellos son unos cuantos juguetes que entre los propios eligen Jaime y Chorche. Son juguetes que deben estar en buen estado de uso y sin romper que, al margen del valor material que puedan tener, poseen otro valor añadido en favor de mis hijos, que les servirá cuando sean mayores: ser solidarios. A sus 5 y 2 años respectivamente, es una forma de que comprendan (al menos el mayor) que hay gente en este mundo que lo pasa mal, y que es necesario hacer un esfuerzo por los demás, en este caso con sus juguetes (creo que, por su edad, no entenderían hacerlo de otra forma). Conforme crezcan, deberán mostrar su solidaridad de otras formas. Por eso, a veces pienso que el regalo no lo hacen mis hijos, sino que éstos son los verdaderos destinatarios de aquél.

 

POST DATA. Son las siete horas y cincuenta minutos del día 6 de enero. Estoy acostado en la cama de Jaime. Chorche y Jaime se han despertado, y han hecho lo propio conmigo y con mamá al grito de "¡Han venido los Reyes Magos! ¡Han venido los Reyes Magos!". Con cara de sueño voy hacia el salón. Por el camino me encuentro con Mayte, una sonrisa en nuestros rostros nos delata: ¡MISIÓN CUMPLIDA!

 

7'56 horas A.M. del 6 de enero. Fin de la emisión. (...)

 

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