HAY MOMENTOS EN QUE UNO...¡¡ SE LA JUEGA !!
Sí, eso mismo debió pensar mi hijo pequeño Jaime (tres años) cuando le tocó ir a ver a Papá Noel. Y digo, “le tocó” porque, al principio, Jaime no estaba muy convencido. No se trataba de que, como les pasa a algunos niños pequeños, le inspirara un poco de miedo la figura de un señor barbudo y regordete vestido de rojo. No, no era eso. Lo que realmente barruntaba Jaime es lo que podía pasar tras esta entrevista/examen, porque es consciente de que Papá Noel y los Reyes Magos, no traen regalos a los niños que no obedecen a sus papás. Y Jaime sabe que, en fin, obedecer lo que se dice obedecer…Digamos que “tiene un gran concepto de sus propias decisiones”.
Además, aunque tengo que reconocer que Jaime ha mejorado muchísimo en los últimos meses, y ahora ya obedece (algo) y se ha vuelto más formal y responsable, mi cachorro no se limita a no hacerte caso...es que, además te lo argumenta. Sí, tiene tres años, aunque a veces con los razonamientos que da para justificar sus decisiones (es decir, ir "a su bolo" como diría su hermano) parece que estés hablando con un señor de 33. Os pongo un ejemplo.
Los días festivos, Jaime y Chorche saben que un día a uno de ellos elige la película de "dibus" que ven, y al día siguiente esta decisión corresponde al otro. Esto es una regla que hemos puesto los papás, y ellos aceptaron en su momento. Pues bien, el día de autos Chorche (su hermano mayor, de seis años) era el encargado de elegir qué película iban a ver, pero Jaime nos sorprendió a todos negándose y diciéndonos que ese día le tocaba a él.
- Que no Jaime, ¿no te acuerdas que ayer pusiste Pinocho en el DVD?
- Zí, pero ahora me toca otra vez
Su hermano (Chorche) acostumbrado ya a este tipo de incidentes, bostezó un poco, y se fue a otra habitación: "...Bueno papá, cuando lo solucionéis, me llamas...". Papá y mamá, después de intentar convencer al pequeño a lo largo de 20 minutos de que hoy no le tocaba elegir a él sino a su hermano, nos quedamos de piedra cuando oímos el último argumento de Jaime para no ceder (argumento “made in Jaime”): “Pero papáz, ¿no oz dais cuenta de que hoy ya no ez hoy, zino que ya ez mañana? Por ezo, zi mañana me toca elegir a mí, y hoy ez mañana, elijo yo…”. No os podéis imaginar, además, la seriedad con la que te lo dice (se diría que está totalmente convencido estar en posesión de una verdad como un piano). Claro, al margen de salirte al pasillo a explotar de risa para que él no te vea, qué le contestas a eso. Bueno al final, tras una ardua negociación, eligió Chorche (que se durmió), y Jaime que no quería ver esa peli, se la tragó entera (incluso dando botes encima de su cama, cantando y dando palmas en cada número musical de la misma). En fin, cosas de niños.
En fin, volviendo a nuestra visita a Papá Noel, tengo que decir que Jaime no estaba especialmente convencido del resultado. No obstante, lejos de lloriquear o mostrar su miedo o preocupación por si le traía regalos o no, Jaime afrontó el problema a su estilo: serio, estudiando las posibilidades con frialdad, y con mirada un tanto desafiante.
Nos pusimos en la fila. Jaime estaba nervioso, pero a la vez vigilante. Estudiaba qué hacía Papá Noel con cada niño, en una posición casi de acecho felino. Por momentos, la ilusión por estar con Papá Noel vencía a la tensión del momento. Finalmente le tocó a él.
- Venga Jaime, que te toca
- Vaaale
- Hola (dijo Papá Noel)
- Hola (contestó Jaime de forma fría y deliberada)
Una mezcla de tensión e ilusión se apoderaba de mi chiquitín. Yo, seguro del buen resultado lo observaba. Me inspiraba mucha ternura (pobrecito, si en el fondo es muy bueno. Un poco trasto sí, pero es tan majico...). Jaime no se sentó de primeras a lado de Papá Noel. En un principio se quedó de pie, frente a él, con las manos en las caderas (enjarretado), midiendo las distancias y fijándose en el más mínimo gesto del pobre joven que hacía de Papá Noel, hasta comprobar por dónde salía el hombre peludo éste de rojo.
- Hola Jaime, me ha dicho tu padre que te portas muy…Bueno, ya sabes que yo sé cómo os portáis todos, Jo, Jo, Jo.
Fue un momento tenso para Jaime y para mí. Para Jaime, porque lógicamente se acababa de enterar de que lo que sabía Papá Noel de él, se lo había chivado yo. ¡¡Su padre lo había delatado!! Me echó una mirada, que casi me atraganto. Yo, que no había hablado con Papá Noel, me dije, “…espero que este hombre no juegue con fuego, porque si se le ocurre decirle que tiene que obedecer más o algo así, Jaime no va a llorar, pero lo que sí puede hacer es ponerle la barba de sombrero, y ya me veo a nosotros saliendo por una puerta trasera y a Papá Noel escoltado por los guardias de seguridad del centro comercial…”.
En la cabeza de Jaime cabían tres posibilidades:
“1.- Ezte hombre lo zabe todo. Mi padre ez un chivato. Eza barba ze la pongo de sombrero.No me trae regaloz
2.- Ezte hombre no ha hablado con papá. Ez un farol. No ze entera, me trae regaloz.
3.- Ezte hombre ha hablado con papá, pero ez de loz míoz. Me trae regaloz”
Finalmente, y totalmente desconocedor del riego que corría con un Jaime “cabreado”, dijo Papá Noel:
“- Me han dicho que te portas muy bien. A ver, qué regalos te gustan”
Y entonces, todo cambió. Jaime se relajó (yo más), se sentó al lado de Papá Noel con una sonrisa de oreja a oreja, y empezaron a hablar los dos como si se conocieran de toda la vida (parecían dos viejos amigos del servicio militar que se reencuentran al cablo de los años). Al final, Papá Noel le dio un caramelo, y Jaime le correspondió con un besico en esa barba que, momentos antes, tenía posibilidades de volar sobre su cabeza. Jaime salió convencido de que Papá Noel "era de los suyos". Y también se dio cuenta de que merece la pena portarse bien.
Jaime se fue la mar de contento, de mi mano, dando saltitos de felicidad. Tanto, que me dijo:
- Ezte Papá Noel ez majo, ¿verdad papá?
- Sí Jaime, es majo, pero yo prefiero a los Reyes Magos.
- ¿Loz Reyez?...Cuándo vienen?
No le contesté porque por el aspecto de su cara me di cuenta que ya no me oía. Tenía esa mirada que indica que estaba presente físicamente, pero que su pensamiento ya había volado hacia otro lugar. Era evidente, por su faz, que ya estaba preparando la estrategia para afrontar otro momento difícil: convencer a los Reyes Magos de que se ha portado bien. Por un momento me imaginé a Jaime maquinando interiormente, con una música de intriga de fondo:
- Mmmmmmm, los reyez….zí….Mechor, Gazpar y Baltazar…¿Zerán también de los míozzz? Bueno, zi el regordete de rojo me trae regalos, por qué no van a hacerlo los trez reyez??
En fin, así pasó y así os lo traslado. De todas formas, creo que Jaime y Chorche van a tener muchos muchos regalos este año, porque los dos son muy buenos. Cada uno es diferente, pero los dos son “oro molido”.
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Nacho -