SITUACIÓN DE LA AGRICULTURA ARAGONESA
Hoy he tenido la suerte de compartir mesa y mantel con varias personas expertas conocedoras del campo aragonés. Junto a mi Portavoz y otros Diputados, he estado escuchando los diversos enfoques de la situación actual de la agricultura y ganadería aragonesa: sus problemas, sus reinvindicaciones, sus proyectos, etc. Antes de entrar ligeramente en el fondo, quiero destacar la forma. Y es que las personas del campo hablan con una claridad, una rotundidad y una lealtad a la verdad difícilmente igualables. No sé, diría que se nota que tienen cierta impronta que traslada una sensación verídica de sensatez.
Para mí, que me encanta escuchar a las personas que trabajan la tierra y el ganado, ha sido un lujo. Tal vez haya estado más callado que de costumbre, pero no puedo evitar pensar que en esos momentos lo mejor que puedo hacer es aprender.
La situación del campo aragonés es complicada, supongo que como en el resto del Estado. El esfuerzo que realizan agricultores y ganaderos en Aragón es muy importante, y en ocasiones no llega a ser todo lo fructífero que uno esperaría a priori. Y ya no hablo sólo del tema de regadíos, concentración parcelaria o necesidad de establecer estructuras óptimas, sino de otros temas sangrantes que es necesario solucionar, como por ejemplo los sobrecostes injustificados que intermediarios imponen a los productos agrarios en el trayecto que media entre el campo del agricultor y la mesa del consumidor.
Otro aspecto a destacar que a mucha gente se le escapa, es el enorme esfuerzo que está realizando el sector agroganadero en tecnología. Efectivamente, hoy la agricultura moviliza recursos en investigación de todo tipo (semillas, razas ganaderas, maquinaria, etc) y en una proporción muy considerable. Todo ello para una mejora de las técnicas y un intento de optimizar los recursos que conlleva, obviamente, un desembolso económico importante.
La importancia de la agricultura y la ganadería, y de la industria ligada a ellas, es grande. Y no sólo por el aspecto económico, sino por otros muchos que comienzan a no pasar desapercibidos: vertebración territorial, estructuración demográfica o, incluso, acondicionamiento de montes y zonas boscosas para evitar incendios (como tristemente hemos podido comprobar este verano).
En fin, no creo que esté diciendo nada nuevo, pero no por ello quería dejar de resaltarlo. En un ámbito como es el agroganadero en el que convergen diversas instituciones (europea, estatal, autonómica e incluso local), es necesario la máxima coordinación posible, y en nuestro caso concreto, una apuesta decidida por el sector.
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