EL INEXORABLE PASO DEL TIEMPO
A lo largo de tres años estuve recopilando datos, encuestas y entrevistas en más de un centenar de localidades del Pirineo Aragonés al objeto de realizar un estudio sobre la denominada "Casa Aragonesa". La Casa Aragonesa es una institución jurídica basada en nuestro derecho civil y costumbre jurídica sobre la organización de la familia, que tradicionalmente respondía a ciertos patrones, y el estudio pretendía averiguar qué quedaba hoy de todo ello: su evolución, desarrollo o desaparición de algunos elementos, etc(si queréis conocer más podéis consultar el estudio que se titula "Dejar y Marchar" en la página web del Justicia de Aragón ( www.eljusticiadearagon.com ) en formato pdf).
Pero hoy no os voy a hablar de Derecho Aragonés o de costumbres jurídicas, sino de otra cosa. El estudio en cuestión me permitió conocer muchos lugares y personas. De las localidades, casi todas eran muy pequeñas y con pocos habitantes. Actualmente, estoy preparando hace ya algunas semanas la segunda parte de este estudio, y vuelvo a recorrer muchos rincones de nuestro Aragón (y esta vez no ceñido ya exclusivamente al Pirineo). En una de estas visitas, tuve la ocasion de acercarme a un pueblo abandonado. Está despoblado desde hace (creo) más de cuarenta años. Con la excepción de la torre de su hermosa iglesia que aún se mantiene en pie desafiando al paso del tiempo, la mayor parte de sus construcciones (casas, bordas, etc) han cedido y apenas quedan las ruinas de lo que fue. Los campos de los alrededores denotan cómo era la sociedad de hace más de medio siglo, cómo organizaban su labor diaria, y a qué se dedicaban, además de otros datos.
Se trata de un panorama muy triste, porque es un ejemplo evidente de la pérdida de población del entorno rural y de los movimientos migratorios que se dieron generalizadamente en todo Aragón (y en buena parte del Estado) sufridos en la década de los años cincuenta y sesenta del siglo XX hacia las ciudades. Paradójicamente para mí existe (junto a esa tristeza que me provoca ver un lugar que en su día estuvo repleto de vida y hoy está arruinado) una belleza del entorno, de la iglesia y de lo que quedan de las casas, inconmesurable.
Me siento sobre una piedra, en la soledad que te proporciona el bosque y la naturaleza, e imagino que por la calle (o lo que queda de ella) en la que estoy, pasa un esforzado agricultor que vuelve del campo con su mula cargada con los aperos de labranza, mientras en la puerta de la casa de enfrente (creo que es una casa), saluda una señora mayor sentada en una silla que está tomando el fresco. La cara curtida por el sol del labrador devolvió el saludo. En la plaza de arriba, aún parece oirse los gritos de los chavalicos que están jugando a algo, porque hoy seguramente no tienen clase. Igualmente, creo ver a lo lejos cómo se aproxima al pueblo alguien...sí, son dos pastores que conducen un rebaño de ovejas de vuelta de los pastos. Les acompaña su fiel lugarteniente peludo que, marcando a las ovejas el camino a seguir, corre y salta con sus cuatro patitas con una agilidad sorprendente. Giro mi cabeza y miro hacia el otro lado de la calle, y veo cómo pasa ante mí una pareja. El va explicando algo que provoca una sonrisa en ella...no van de la mano ni nada parecido, pero estoy seguro de que se gustan...mmmmm...a ver... sí, sin duda: éstos acaban juntos, seguro. Ella se despide de él y éste sonríe también. Aun hay luz, pero se hace tarde. Miran a la torre de la iglesia donde está el reloj de sol, donde la sombra marca ya tenuemente que el día se va a acabar pronto. Ella tiene que volver a su casa, porque la está esperando su madre. Un "Hasta mañana, guapa" le sirve a él para, por si aún tuviera la moza alguna duda, tirarle los tejos una vez más. El piropo ha hecho aparecer en el rostro de ella un poquito de sonrojo, y es que creo que la emoción le va a provocar que el corazón se le salga del pecho. El mozo, satisfecho, se vuelve también para su casa que está un par de calles más abajo, no sin antes echar un vistazo al reloj de sol de la torre de la iglesia. Le oigo decir algo así como que, tras minchar poca cosa como cena, se dormirá pronto porque mañana tiene que salir al campo con su padre y su hermano. Se queda inmóvil mirando la torre y su reloj de sol...y poco a poco... su imagen fija va desapareciendo. También la calle en la que estoy sentado observando la escena, toma paulatinamente su forma actual. En pocos segundos la iglesia vuelve ante mis ojos con su ruina actual, si bien la torre sigue guardando su fortaleza al viento. La casa en cuya puerta estaba sentada la señora tomando el fresco, ha desaparecido. En su lugar solo quedan un par de muros, el techo está derruido, asoman unos largueros de madera. La casa de la tímida moceta también ha caído, sólo se aprecia parte de la fachada con los restos del marco de la puerta y lo que parece una ventana. Ni si quiera el establo donde los pastores iban a guardar su rebaño permanece en pie. Se intuye la construcción, pero nada más. Parece ser que mi mente, volvía ya al año 2007.
Me pregunto dónde estará esa joven pareja de novios. Seguramente se casarían, y emigrarían como la mayor parte del pueblo a Zaragoza o a la cabecera comarcal a buscar mejor fortuna durante esas décadas en las que nuestros pueblos perdieron gran parte de sus jóvenes en beneficio de las ciudades. Se abandonaron los cultivos y las tierras de labor, desapareció el ganado, y finalmente el pueblo un día se quedó vacío. Sus hijos ya son habitantes de la gran ciudad. Los nietos más pequeños ni si quiera han estado en lo que queda del pueblo.
Pero hay algo que todavía resiste: es la torre de la iglesia, y en ella, en un lugar especial, el reloj de sol, casi intacto hasta hace poco. Inexorablemente, aun cuando el pueblo ya estaba deshabitado en un lugar donde, aparentemente, la medición del tiempo poco importaba ya, el reloj de sol y la torre de la iglesia han seguido cumpliendo con su obligación todos los días del año. Nadie ya preguntaba la hora. Nadie miró durante años (décadas) a ese reloj para ver si llegaba tarde a su casa... nadie ya...¿O tal vez sí?...Quizás todos los días, el espirítu del agricultor que volvía de la faena del campo con su mula, o el de los pastores acompañados de su perro conducían a las ovejas a pastar, o el de la señora mayor sentada en la silla...o el de los dos jóvenes enamorados...tal vez todos ellos están todavía presentes de alguna forma bajo la protección de ese reloj de la torre y su reloj de sol...al menos mientras alguien los recuerde.
Hoy la torre sigue en pie, pero el reloj de sol está algo más deteriorado.
El territorio, los pequeños pueblos de Aragón, las personas que viven en ellos y la prestación de servicios que se les debe realizar en igualdad de trato que al resto de ciudadanos, son principios y prioridades que actualmente están plenamente asumidos, a diferencia de lo que ocurría hace varias décadas. Así debe ser: Los entornos rurales (el territorio) y sus habitantes son una parte esencial de nuestro Aragón, y hay que defenderlos con el mayor esfuerzo posible.
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