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UN TROZO DE HERRADURA

UN TROZO DE HERRADURA

Hace unos días, visité el pueblo del que proceden mis antepasados paternos (Ibdes, en la Comarca de la Comunidad de Calatayud). Allí fui a dar un paseo en compañía de mi padre y de mi hijo pequeño por una serie de "tierras" que pertenecen o habían pertenecido a mi familia, y que habían sido trabajadas por mis abuelos y mis bisabuelos.

Más concretamente, recorrimos tres "corros" de tierra. Dos habían sido en tiempos "eras", es decir un pequeño terreno donde se trillaba con la ayuda de las mulas. De estos pequeños terrenos uno, ya no es nuestro porque se vendió a otro vecino. El otro era una pequeña superficie donde mi abuelo de joven plantaba diversos cultivos, y hoy está ocupado por unos pocos almendros (que aún no había florecido) y un viejo pero gran nogal.

Mientras escuchaba a mi padre rememorar sus años de niño cuando acompañaba a su padre a trillar con las mulas y los machos, y vigilaba a media distancia al pequeño Jaime que, de salto en salto, iba recogiendo piedrecitas, me llamó la atención una roca de tamaño mediano. Era de un tono blanquecino (el lugar se llama "el blanquizal" o "blanquizar" como le dicen los mayores). Me dirigí hacia ella despacio, y fue entonces cuando algo llamó mi atención por su color pardo-óxido. Era el trozo de una herradura.

Como un crío pequeño, rápidamente fui a enseñárselo a mi padre:

 

  • ¡Mira papá! Un trozo de herradura
  •  

  • Claro, es que esta zona es donde trillábamos con las mulas. Seguramente, será de alguno de los animales que teníamos.
  •  

 

El hallazgo produjo en mí una sensación de satisfacción plena. Yo no veía este objeto sólo como un trozo de hierro oxidado. Era mucho más. Puede parecerte exagerado, pero en aquel momento, para mí era una parte pequeñita de la historia de mi familia. ¡Qué ilusión me hizo! (Sólo me faltó ir corriendo a Jaime a "chicharle" diciéndole algo así como "...Miiraaa. Yotengounaherraduuuraa,... y túuu noooooó...".

Desgraciadamente (es ley de vida) mis abuelos ya nos dejaron, pero de alguna forma volvían a estar presentes a través de ese descubrimiento. El trozo de herradura era un auténtico libro abierto sobre la forma de vida de las familias hace más de cincuenta años: el duro trabajo agrario, la ayuda de las mulas, las trillas, la vendimia (cuando había viñas), etc.

Regresamos a nuestra casa. Jaime, mi pequeño, llevaba sus piedrecitas como un tesoro. Yo también llevaba mi tesoro (mi trocito de herradura) en la mano. Mi padre...mi padre llevaba el tesoro en el corazón: prácticamente no habló mientras volvíamos. Se notaba que su cabeza estaba ocupada en algo (incluso Jaime, de la mano de su yayo, lo notaba y permanecía en silencio). Y yo sé qué es. Sólo había que mirar su ojos para darse cuenta: El mismo camino que él hacía de niño con su padre, de vuelta a la casa después de trabajar el campo, y que no había hecho hacía muchos años, lo repetía esta jornada. Es verdad que esta vez ya no era un mocete, incluso era mucho más mayor que su padre cuando lo recorrieron por última vez. Ahora no iba sobre los lomos de la mula, mientras la conducía su padre tirando de la rienda al caminar. Y también es verdad que en esta ocasión, no cantaban a coro esa jota que entonaban a la vuelta, y que todavía hoy le emociona:

 

"Que cuando vienen del campo vienen cantando

¿Por qué vienen tan contentos los labradores?,

porque las espigas de oro ya van granando,

ya vienen de ver el fruto de sus sudores

¿Por qué vienen tan contentos los labradores?"

 

Sentí mucha pena porque hace tiempo que los abuelos ya no están con nosotros. Pena por no poder hablar ya con ellos de tantas cosas que me gustaría y que se han quedado en el tintero. Sentí pena por la tierra en sí misma. Sentí pena por el paso del tiempo.

Y aunque la verdad es que la vida hoy ha mejorado en tantísimas cosas desde un punto de vista material, etc (desarrollo totalmente necesario y positivo y que así debe seguir siendo), no deja de llamarme la atención cómo al final, en nuestro paso por este mundo, parece que lo que permanece no es exactamente lo material, sino algo que va mucho más ligado a la emotividad, a los sentimientos y a la familia. Por ejemplo, un trozo de herradura.

 

P.D. Si queréis ver un trocito de la historia de mi familia, podéis consultar el post que publiqué el día 22 de noviembre de 2006, bajo el título "Gloria Bendita", donde aparece una fotografía de mis abuelos, mi padre y yo, junto a la mula Castaña y la Perdigana, en la misma puerta de la Casa.

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